PEA 6°
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Dirección de Enseñanza
Privada
Colegio Privado Católico
“Padre Juan Guido Lucchelli” - IS 3
CUE: 1800542-00
COLEGIO PADRE JUAN GUIDO LUCCHELLI IS3
MATERIA: PEA
DOCENTES: Soledad Erro
CURSOS: 6 A
FECHA DE
ENTREGA DEL TRABAJO: viernes 28 de agosto al siguiente correo: soledaderro@gmail.com. Apellido y
curso
TEMA 5:
PROYECTO DE VIDA
ACTIVIDAD:
A) Mira los siguientes videos
·
: https://www.youtube.com/watch?v=ob0qM06L4MA
Atrévete a soñar
·
https://www.youtube.com/watch?v=SqQ-3UEU-RE&t=169s
Como hacer un proyecto de vida
1. ¿Qué
consejos sugieren?
2. ¿Cuáles
son los pasos a realizar?
3. Escribe
las preguntas y responde
4. Realiza
la pirámide y completa
B)
Realiza un collage que tenga imágenes de revistas o un collage con alguna
aplicación virtual que contenga: aquellas metas, valores para este año 2020,
incluyendo carrera, profesión o trabajo que quiero hacer al terminar el
secundario.
C)
Construye un organizador semanal que contenga horarios de clases, estudios,
trabajos a entregar, notas finales, horarios de comida, descanso y expresión
corporal: pintura, tocar un instrumento musical, hacer gimnasia, yoga,
jardinería, ayudar en casa con la limpieza.
D)
Lee el cuento “La estrella de la vocación” de Juan Martin Descalzo y escribí 10
renglones reflexionando que es la Vocación
E)
Para la clase por Google Meet, necesito que mires antes este video: https://www.youtube.com/watch?v=b2UyFJ_GMZc.
El link será enviado por el grupo de whatsapp de PEA. Sino estas todavía en el
grupo, en el mail podes avisarme dejándome tu numero.
“La estrella de la vocación”. De Juan Martin
Descalzo
Si yo tuviera que decir cuál es la mayor de las bienaventuranzas
de este mundo señalaría, sin vacilar,
que la de poder vivir de lo que uno ama. A continuación, añadiría que una
segunda y formidable bienaventuranza, aunque de segunda clase, es llegar a amar
aquello de lo que uno vive.
Pero, curiosamente, parece que son pocos los que
disfrutan de la primera y no muchos más los que conquistan la segunda. Porque
charlas con la gente y casi todos te hablan mal de sus trabajos. - son
abogados, pero sueñan ser escritores; médicos, pero les hubiera entusiasmado
ser directores de orquesta; obreros, pero habrían sido felices siendo
boxeadores o futbolistas. Son pocos, en cambio, los que reconocen haber nacido
para ser lo que son y los que no se cambiarían de tarea si volvieran a nacer.
Pero aún es más grave descubrir que un altísimo
porcentaje de los humanos se muere sin llegar a descubrir cuál era su verdadera
vocación. Y uso esta palabra en todo su alto y hermoso sentido. Porque, curiosa
y extrañamente, es éste un vocablo que en el uso común se ha restringido a las
vocaciones sacerdotales y religiosas, cuando en realidad «todos» los hombres
tienen no una, sino varias vocaciones muy específicas.
Todos hemos sido llamados, por de pronto, a vivir.
Entre los miles de millones de seres posibles fuimos nosotros los invitados a
la existencia. Si nuestros padres no se hubieran cruzado «aquel» día, en
«aquella» esquina, o en «aquel» baile, hoy no existiríamos. Y si nuestro padre
se hubiera casado con otra mujer, habría nacido «Otra» persona distinta de la
que nosotros somos. Alguien -decimos los creyentes- o algo -dicen los
materialistas- se trenzó para que esta persona concretísima que cada uno de
nosotros es llegara a la existencia. Y ésta fue nuestra primera y radical
vocación-. a nacer, a realizarnos en plenitud, a vivir en integridad el alma
que nos dieron. Ya esto sólo sería materia más que suficiente para llenar de
entusiasmo toda una existencia, por oscura y desgraciada que sea.
Fuimos, después, llamados al gozo, al amor y a la
fraternidad, otras tres vocaciones universales. Colocados en mundo que, aunque
haya de vivirse cuesta arriba, estalla de placeres (la luz, el sol, la compañía
y medio millón más), ¿cómo entender el aburrimiento de los que han llegado a
convencerse de que son vegetales o animales de carga?
Y fuimos finalmente llamados a realizar en este mundo
una. tarea muy concreta, cada uno la suya. Todas son igualmente importantes,
pero para cada persona sólo hay una -la suya- verdaderamente importante y
necesaria.
Porque la vocación no es un lujo de elegidos ni un
sueño de quiméricos. Todos llevan dentro encendida una estrella. Pero a muchos
les pasa lo que ocurrió en tiempos de Jesús: en el cielo apareció una estrella
anunciando su llegada y sólo la vieron los tres Magos. Y es que --como comenta
Rosales en un verso milagroso-- «la estrella es tan clara que 1 mucha gente no
la ve».
Efectivamente, no es que la luz de la propia vocación
suela ser oscura. Lo que pasa es que muchos las confunden con las tenues
estrellas del capricho o de las ilusiones superficiales. Y que, con frecuencia,
como les ocurrió también a los Magos, la estrella de la vocación suele
ocultarse a veces -y entonces hay que seguir buscando a tientas- o que avanza
por los extraños vericuetos de las circunstancias.
Y, sin embargo, ninguna búsqueda es más importante que
ésta y ninguna fidelidad más decisiva. Unamuno decía que la verdadera cuestión
social no es un problema de mejor reparto de las riquezas, sino un asunto de
reparto de vocaciones.
Dejo aquí de lado las vocaciones a la santidad -que
éstas, sí, casi siempre se realizan por caminos diversos a los lógicos y
previsibles, porque ahí Dios guía casi siempre a ciegas- y me refiero a las
pequeñas y cotidianas vocaciones humanas. En éstas el primer elemento decisivo
es la libertad. En ningún campo son más graves las violaciones que en las
decisiones del alma. Y por eso yo entiendo mal a la gente que anda «pescando»
curas o médicos o poetas. Todas las grandes cosas o salen de una pasión
interior o amenazan inmediata ruina.
Supone después capacidad, coraje y lucha. Una vocación
no es un sueño, un caprichillo pasajero, menos un afán de notoriedad. Todas las
aventuras espirituales son calvarios. Y el que se embarque en una verdadera
vocación sabe que será feliz, pero no vivirá cómodo.
Supone, sobre todo, terquedad en la entrega. Un
escritor que se desanima al segundo fracaso mejor es que no intente el tercero,
porque no nació para eso. Sólo tiene vocación el que no sería capaz de vivir
sin realizarla.
Y supone también realismo. ¡Cuántas veces una gran
vocación ha de vivir «protegida» por una segunda tarea práctica que nos dé los
garbanzos mientras la otra vocación construye el alma!
Pero benditos los que saben adónde van, para qué viven
y qué es lo que quieren, aunque lo que quieran sea pequeño. De ellos es el
reino de estar vivos.
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